Querido ángel:
Te escribo para pedirte un deseo. Anduve probando con mi hada madrina pero Ovidio, mi hermano más chico, me sacó corriendo porque dice que las hadas son de nena y este deseo no tiene nada que ver con carrozas y princesas.
Bueno, te lo digo ya porque me parece que te estás poniendo nervioso: quiero que conviertas a Ovidio en un perro. Sí, entendiste bien: un perro. Que tenga cuatro patas, dos orejas y una cola. ¡Ah! Y que ladre. La idea se le ocurrió a él porque yo le conté que cuando me haga grande voy a ser veterinaria, médica y maestra. Ovidio entendió que se puede ser lo que uno quiera. Entonces dijo: Yo quiero ser un perro. A papá le encantó la idea y se puso a ladrar en la mesa. Pero mamá lo miró feo con cara de mala palabra, que no te la digo porque sos un ángel. Se puso como loca y gritó: ¡¿Cómo que un perro?! ¡A este chico hay que llevarlo más veces al psicólogo!
Patricia López
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